cuentos infantiles

EL ÁRBOL MÁGICO

Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, super califragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias",son las palabras mágicas.


EL CEDRO VANIDOSO

Esta es la historia de un cedro presumido y tonto, que se jactaba a diario de su hermosura. El cedro vivía en el medio de un jardín, rodeado de otros árboles más pequeños, y para nada tan bellos como él. ¡Soy en verdad, algo digno de contemplar, y no hay nadie en este jardín que supere mi encanto! – repetía el cedro en las mañanas, en las tardes y en las noches.
Al llegar la primavera, los árboles comenzaron a dar hermosas frutas. Deliciosas manzanas tuvo el manzano, relucientes cerezas aportó el cerezo, y el peral brindó gordas y jugosas peras.
Mientras tanto, el cedro, que no podía dar frutos, se lamentaba angustiado: “Mi belleza no estará completa hasta que mis ramas no tengan frutos hermosos como yo”. Entonces, se dedicó a observar a los demás árboles y a imitarlos en todo lo que hicieran para tener frutos. Finalmente, el cedro tuvo lo que pidió, y en lo alto de sus ramas, asomó un precioso fruto.
“Le daré de comer día y noche para que sea el más grande y hermoso de todos los frutos” exclamaba el cerro orgulloso de su creación. Sin embargo, de tanto que llegó a crecer aquel fruto, no hizo más que torcer poco a poco la copa de aquel cedro. Con el paso de los días, el fruto maduró y se hizo más pesado cada vez, hasta que el cedro no pudo sostenerlo y su copa terminó completamente quebrada y arruinada.
Algunas personas son como los cedros, que su ambición es tan grande que les lleva a perder todo cuanto tuvieron, pues no hay nada tan fatal como la vanidad, y debemos evitar ser engreídos con las personas que nos rodean.

CAPEROSITA Y LAS AVES 

Hubo una vez en el mundo, un invierno crudo y feroz, que hacía temblar de frío todas las criaturas del bosque, en especial los pájaros pequeños. La nieve cubría la tierra, y llenaba de fría escarcha las ramas de los árboles. De esta manera, era imposible para las avecillas buscar comida con que alimentar a sus crías.
La hermosa y buena Caperucita, sintió compasión de los pajaritos y comenzó a llenar su ventana con granos de arroz. En pocos segundos, la ventana se llenó de estas criaturas, que además, buscaban el calor de la casa. Entonces, Caperucita dejó pasar a todas las aves del bosque, quienes se refugiaron a los pies de la chimenea.
Con el tiempo, los alimentos comenzaron a escasear también para los hombres, y la aldea vecina decidió atacar el poblado donde vivía Caperucita con el fin de arrebatarle todas sus provisiones. “Nos superan en número. Debemos pedir ayuda al Rey” gritó uno de los habitantes, pero otro dijo “Es imposible. Los caminos están cubiertos por la nieve”.
Entonces, la joven Caperucita pidió a la paloma que enviara un mensaje al rey, y la blanca ave pareció entender, pues salió a toda velocidad por la ventana. Con el paso de los días, Caperucita no recibía noticias de la paloma y para colmo de males, los enemigos habían entrado en el pueblo con la intención de saquear cada una de las casas.
Fue en ese preciso instante, cuando asomó la esperanza, y aparecieron milagrosamente los guardias del Rey, propinando una severa golpiza a los malhechores, quienes huyeron a toda prisa del lugar. La paloma mensajera llegaba detrás, volando con sus últimas fuerzas hasta caer en las manitas tiernas de Caperucita.

LA RATITA BLANCA

Cuentan que la Reina de todas las Hadas mágicas del bosque, convocó un buen día a sus hermanas a un banquete en su palacio. Sin perder un segundo, las hadas partieron con sus mejores atuendos y atravesaron el bosque a toda velocidad, montadas a bordo de veloces libélulas.
La menor de todas las hadas tenía por nombre Alba, y mientras se encontraba camino al palacio, escuchó unos sollozos agitados desde una casita en lo profundo del bosque. Al acercarse al lugar, descubrió dos pequeñines que lloraban desprotegidos y muertos de frío.
Entonces, Alba chasqueó sus dedos y la magia prendió fuego a la estufa para calentar a los niños, cuyos padres habían ido a la ciudad para trabajar y poder comprar alimentos. “Pues hasta que no aparezcan vuestros padres, no los dejaré solos” exclamó el hada bondadosa arropando a los pequeñines.
Tiempo después, cuando le tocó marcharse, el hada iba por el camino pensando en el terrible castigo que le esperaba por llegar tarde al banquete de la gran Reina. Y tanto fue su nerviosismo, que olvidó la varita mágica en la casa de los niños. Al llegar al palacio, la Reina le regañó fuertemente: “Además de llegar tarde a la ceremonia, también eres capaz de olvidar tu varita mágica. Te castigaré por tu mal actuar”.
El resto de las hermanas, compasivas, pidieron a la Reina que el castigo no fuera eterno. “Sé que todo ha sido por una buena causa, así que tu corazón bondadoso sólo será castigado por cien años, y durante ese tiempo, andarás por el mundo en forma de ratita blanca”.
De esa manera, queridos amiguitos, cada vez que vemos una ratita blanca, significa que Alba aún no ha cumplido su castigo, y que anda por mundo cuidando a los niños que se quedan solos sin sus padres.

PEDRO Y EL LOBO

En un pequeño pueblito de campo, había una vez un pícaro muchacho que salía todas las mañanas a pastar sus ovejas. Mientras descansaba tumbado en la yerba, el muchacho ocupaba su pensamiento con bromas y ocurrencias para asustar a los nobles habitantes de aquel pueblito.
Un buen día, decidió divertirse de lo lindo, y bajó corriendo la colina desde donde pastaba. “¡Auxilio! ¡Viene el lobo!” gritaba con toda la fuerza de sus pulmones una y otra vez. Los campesinos del lugar, se armaron de maderos y cuchillos y salieron al encuentro del muchacho para socorrerlo.
Sin embargo, al ver al pícaro soltando enormes carcajadas, comprendieron que se trataba de una broma de mal gusto, por lo que regresaron a sus casas muy enfadados. El joven había reído tanto, que quiso repetir la broma una vez más, y esperó a que los campesinos volvieran a sus labores para comenzar a gritar.
“¡Auxilio! ¡Viene el lobo!” y salieron nuevamente las personas a socorrerlo, solo que esta vez, terminaron aún más enfadados por las risotadas burlonas del jovenzuelo. Al día siguiente, el muchacho se dispuso a pastar sus ovejas como de costumbre, cuando sintió un gruñido espantoso a sus espaldas. Al volverse, notó la presencia de un temible lobo que le acechaba mostrando sus dientes.
“¡Ayuda por favor! ¡Auxilio! ¡El lobo está devorando mis ovejas!” pero las personas, creyendo que se trataba de otra de sus bromas, hicieron caso omiso a los gritos del joven. Y cierto es, que por más que se empeñó en pedir auxilio, los campesinos continuaron realizando sus labores sin prestar atención.
De esa manera, el lobo se zampó, una tras otra hasta no dejar ninguna, todas las ovejas del muchacho, a quien jamás se le ocurrió volver a bromear con los habitantes de aquel pueblito, pues aprendió que la mentira y el engaño nunca traen provecho alguno.

LOS TRES CERDITOS

Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba.
El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que decidió hacer una sencilla casita de paja, que terminó en muy poco tiempo. Luego del trabajo se puso a recolectar manzanas y a molestar a sus hermanos que aún estaban en plena faena.
El segundo cerdito decidió que su casa iba a ser de madera, era más fuerte que la de su hermano pero tampoco tardó mucho tiempo en construirla. Al acabar se le unió a su hermano en la celebración.
El tercer cerdito que era el más trabajador, decidió que lo mejor era construir una casa de ladrillos. Le tomaría casi un día terminarla, pero estaría más protegido del lobo. Incluso pensó en hacer una chimenea para azar las mazorcas de maíz que tanto le gustaban.
Cuando finalmente las tres casitas estuvieron terminadas, los tres cerditos celebraron satisfechos del trabajo realizado. Reían y cantaban sin preocupación -“¡No nos comerá el lobo! ¡No puede entrar!”.
El lobo que pasaba cerca de allí se sintió insultado ante tanta insolencia y decidió acabar con los cerditos de una vez. Los tomó por sorpresa y rugiendo fuertemente les gritó: -“Cerditos, ¡me los voy a comer uno por uno!”.
Los 3 cerditos asustados corrieron hacia sus casas, pasaron los pestillos y pensaron que estaban a salvo del lobo. Pero este no se había dado por vencido y se dirigió a la casa de paja que había construido el primer cerdito.
– “¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme o soplaré y la casa derribaré!”- dijo el lobo feroz.
Como el cerdito no le abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa de paja sin mucho esfuerzo. El cerdito corrió todo lo rápido que pudo hasta la casa del segundo hermano.
De nuevo el lobo más enfurecido y hambriento les advirtió:
-“¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!”
El lobo sopló con más fuerza que la vez anterior, hasta que las paredes de la casita de madera no resistieron y cayeron. Los dos cerditos a duras penas lograron escapar y llegar a la casa de ladrillos que había construido el tercer hermano.
El lobo estaba realmente enfadado y decidido a comerse a los tres cerditos, así que sin siquiera advertirles comenzó a soplar tan fuerte como pudo. Sopló y sopló hasta quedarse sin fuerzas, pero la casita de ladrillos era muy resistente, por lo que sus esfuerzos eran en vano.
Sin intención de rendirse, se le ocurrió trepar por las paredes y colarse por la chimenea. -“Menuda sorpresa le daré a los cerditos”, – pensó.
Una vez en el techo se dejó caer por la chimenea, sin saber que los cerditos habían colocado un caldero de agua hirviendo para cocinar un rico guiso de maíz. El lobo lanzó un aullido de dolor que se oyó en todo el bosque, salió corriendo de allí y nunca más regresó.
Los cerditos agradecieron a su hermano por el trabajo duro que había realizado. Este los regañó por haber sido tan perezosos, pero ya habían aprendido la lección así que se dedicaron a celebrar el triunfo. Y así fue como vivieron felices por siempre, cada uno en su propia casita de ladrillos.

LA SIRENA QUE SE CONVIRTIÓ EN SAL

Había una vez una sirena que vivía en el fondo del mar. A pesar de que su vida se encontraba en las profundidades, ella anhelaba salir a la superficie y vivir una vida humana.
Cuando cumplió dieciocho años hizo un trato con una hechicera que le dio el poder de convertirse en humana durante las noches. Pero la magia de este hechizo solo surtía efecto hasta el amanecer, debía ser muy cuidadosa de regresar antes al agua.
Esa misma noche decidió visitar el pueblo cercano, donde celebraban unas fiestas. Salió de la orilla convertida en una hermosa doncella, de cabellera rubia y espesa. Tomó prestado un vestido que encontró cerca y caminó hacia el lugar del que provenía la música.
Entre la multitud distinguió un joven alto y apuesto, que la miraba con el mismo interés que ella lo hacía. Para su sorpresa el joven la tomó de la mano y la invitó a bailar. Bailaron toda la noche sin parar, a pesar de que la sirena nunca antes lo había hecho.
No se dijeron nombres, solo se despidieron prometiéndose que la noche siguiente se volverían a encontrar en el muelle. Así ocurrió, al igual que la siguiente y la siguiente. Tomó solo tres noches para que floreciera el amor entre el desconocido y la sirena, que era feliz como nunca antes.
La cuarta noche la sirena acudió a la cita acordada, pero para su sorpresa el joven no apareció en el muelle. La sirena preguntó desconsolada a todos los que encontraba a su paso, hasta que un anciano pescador que había sido testigo de las citas de los enamorados le dijo: – “Ese joven era un príncipe de una tierra lejana, su padre se lo llevó esta tarde con muchas prisas y no se sabe si regresará. Te buscó durante horas”.
La sirena rompió a llorar, su corazón no podía aguantar la tristeza de no volverlo a ver. Sin darse cuenta la luna comenzó a languidecer y el sol comenzó a anunciar el amanecer, hasta que fue demasiado tarde. No le importó, se entregó a la calidez del astro rey que rompió el hechizo y la convirtió en una preciosa estatua de sal, situada frente al mar. Ahí permanece todavía, esperando el regreso de su amor algún día.


LAS HORMIGAS LABORIOSAS

Eran los últimos días de verano y David había sido invitado a la celebración del cumpleaños de uno de sus primos mayores. El festejo fue enorme, había una gran tarta, una búsqueda del tesoro y muchísimas diversiones más. Después de corretear por toda la casa y participar en sus juegos favoritos, David y los otros niños fueron hacia el jardín, a donde se había trasladado la fiesta.

Mientras los adultos conversaban, los niños seguían corriendo y haciendo travesuras. De repente llamó la atención de David una enorme fila de diminutas hormigas, que iban muy atareadas transportando pequeñas cantidades de comida.
Se quedó mirando fijamente a las hormigas durante algunos segundos, hasta que agarró una para verla más cerca y casi de inmediato intentó aplastarla entre sus dedos. Afortunadamente para la hormiga, la madre lo llevaba observando un buen tiempo y en cuanto se dio cuenta de sus intenciones, lo detuvo.
David miró a su madre con cara de desconcierto, al igual que los demás niños que habían presenciado la escena y se agrupaban alrededor. La madre con tono dulce le dijo al niño:
– ¿Por qué las lastimas, acaso te han hecho daño? ¿No ves lo duro que están trabajando para recolectar comida para el invierno? – La madre se volvió y dijo al resto de los niños que la miraban con atención.
– Nunca debemos intentar dañar a un animal solo porque podemos. En cambio debemos cuidarlos e intentar aprender de ellos. Las hormigas por ejemplo, a pesar de ser tan pequeñas, son de los insectos más laboriosos y fuertes que existen en la naturaleza. ¿No ven cómo colaboran todas juntas para transportar cargas mucho más grandes que su tamaño?
David de inmediato se sintió arrepentido por la mala acción que casi había cometido y prometió a su mamá que nunca más intentaría dañar a un animal, por pequeño que este fuese. Sus amigos, al igual que David, aprendieron aquel día una valiosa lección que recordarían toda la vida.


EL RESCATE EN LA NIEVE

Érase una vez un campesino que habitaba con sus dos hijos en un lugar muy distante, cercano al paso de una montaña. El campesino siempre había tenido mal carácter, pero con los años este había empeorado e incluso se había vuelto cruel con sus animales, a los que maltrataba sin razón, en especial a los perros a los cuales golpeaba y apedreaba.
Un día de invierno, sorprendió a uno de los hijos que regresaba del pueblo, una gran tormenta de nieve. El clima era terrible y el joven perdió el camino de regreso a su cabaña en medio de las montañas nevadas, por lo que vagó sin rumbo hasta caer inconsciente en la nieve.
Estaba a punto de morir congelado, cuando sintió en su rostro un aliento cálido y húmedo que lo hizo despertar. Frente a él se encontraba un vigoroso perro de robusta constitución, que llevaba una manta en el lomo. De inmediato el joven se apresuró a envolverse en la manta y con un poco de esfuerzo se tumbó sobre la espalda del animal, que con mucho trabajo logró trasladarlo el resto del camino.
La tempestad no mostraba clemencia y el campesino temía por la vida de su hijo sin poder hacer nada más que esperar. Ya se encontraba desesperado cuando sintió frente a la puerta lo que parecía ser un ladrido. Con sorpresa descubrió que uno de los perros a los que tanto maltrataba le había salvado la vida a su hijo, no sabía qué pensar.
De inmediato tomó a su hijo en brazos y lo cubrió de mantas frente al fuego. Luego regresó por el perro, que se encontraba tendido en la entrada desfallecido sin fuerzas y lo atendió con igual devoción. En lo adelante el campesino nunca más dañó a un animal, de hecho creó un refugio para perros como aquel al que tanto le debía. Le puso como nombre San Bernardo y muchas historias se han contado de aquellos perros que asistieron y refugiaron a cientos de caminantes que transitaban por el paso.


LA HADA QUE NO PODÍA VOLAR


Había una vez, un lugar especial donde habitaban todos los seres mágicos del mundo. Desde horribles ogros, hasta elfos de oreja puntiaguda. Por supuesto, las hadas también vivían en aquel lugar, donde reinaba la paz y la armonía.
Entre las hadas, existía una muy pequeña y de blancos cabellos que, a diferencia de sus hermanas, no podía volar, pues había nacido sin alas. Inés, como se llamaba la pequeña, había crecido con mucha tristeza al ver como el resto de las hadas se alzaban hasta el cielo y reían de placer volando entre las ramas de los árboles y empinándose hasta las nubes.
Sin embargo, como sólo podía caminar, poco a poco se hizo de grandes amigos que no habitan en las alturas, como las ranas y los conejos, y estos le enseñaron todos los escondrijos y pasadizos secretos de aquella tierra mágica.
Un buen día, mientras transcurría una hermosa mañana llena de tranquilidad, los humanos irrumpieron de la nada con espadas y con odio, y sembraron el caos entre todos los habitantes mágicos del lugar. Las hadas, desesperadas, corrieron para salvar sus vidas, pero los hombres más altos lograban capturarlas y encerrarlas en sus jaulas.
En ese momento, la pequeña Inés corrió al encuentro de sus hermanas y les indicó la entrada a un túnel secreto por donde podrían escapar de los humanos. Sin embargo, el túnel era tan pequeño, que las hadas no podían entrar con sus alas enormes. Algunas se negaron rotundamente, pero la mayoría quebraron sus alas y escaparon junto a Inés para ponerse a salvo. Luego agradecieron a la valerosa Inés por haberlas salvado y jamás volvieron a menospreciarla.


FIORINA Y PIONINA

En el país de las hadas, nadie es más bella que Fiorina, excepto su hermana Pionina. Pero nadie es capaz de saberlo, porque nadie ha conocido jamás a Pionina.
Cuando las dos hadas hermanas nacieron, se formaron en una gotica de rocío mañanero que se quedó en los pétalos de una hermosa rosa blanca. Allí crecieron las dos hadas, envueltas y seguras en el interior de la flor. Y aunque la curiosidad les motivaba a salir al exterior, ninguna de las dos se atrevía a hacerlo por temor a lo que pudieran pensar de ellas las otras hadas.
Fiorina y Pionina pensaban que eran horrorozas y tontas, y que jamás serían tratadas con amabilidad. Vivían con tanto temor que no se les ocurría salir de la flor. Un buen día, Fiorina quiso salir, sin importarle lo que pudieran pensar de ella: “Si soy tonta y horrorosa, al menos seré de buen corazón, y trataré a todas las hadas con amabilidad para que me acepten entre ellas”.
Su hermana Pionina no estaba de acuerdo, y temblaba de miedo solo de pensar en que debía abandonar su cobija tan segura. De ese modo, Fiorina salió sola al mundo, y pudo ser contemplada a plena luz del día. El resto de las hadas, se rindieron a sus pies por lo hermosa que era, y los animales del bosque se reunieron cerca de ella para contemplar el brillo de sus ojos y la hermosura de sus cabellos.
Entonces, Fiorina quiso buscar a su hermana, para mostrarle lo equivocadas que estaban, pero no pudo recordar en qué flor se encontraba su hermana, pues existían cientos de rosas blancas en aquel lugar. Y aún hoy continúa Pionina escondida entre las rosas blancas, con temor de salir afuera y sin saber que es la más hermosa de todas las hadas.



EL DESEO DE LUCIA

Hace mucho tiempo, existió un pueblito pequeño de nombre Tristonia, cuyos habitantes eran muy pobres, tan pobres, que apenas tenían para comer o para vestir. Sin embargo, a pesar de la pobreza, eran personas muy bondadosas, que compartían todo cuanto tuviesen, incluso la tristeza.
En efecto, las personas de aquel pueblito siempre andaban tristes y esperaban con impaciencia la llegada del nuevo año, pues durante esa fecha, el hada de los pobres aparecía justo a las doce de la noche, para conceder un deseo a la persona que tuviese el corazón más bondadoso de todos.
En aquel pueblito, vivía una dulce muchacha llamada Luisa, que se levantaba cada mañana bien temprano a trabajar la tierra para poder obtener comida, y brindarla a los más pobres de Tristonia. Las tierras de Luisa no eran buenas, y la pobre campesina debía trabajar día y noche para lograr abundante comida.
Cuando terminaba la época de cosecha, repartía lo obtenido entre todos y a partes iguales, y solo se quedaba para ella una porción muy pequeña de los alimentos. Su alma era tan generosa, que se compadecía de todos los seres de Tristonia, y sufría por todos los niños que se iban a la cama sin probar bocado alguno.
Finalmente, llegó el último día del año, y todos esperaban impacientes la aparición del hada mágica para que concediera un deseo. Cuando todos comenzaban a impacientarse, se abrió una luz en el cielo, y descendiendo hizo su entrada la noble figura del hada. Tras mirar a todos los ciudadanos, decidió que el deseo sería para la buena de Luisa, y ¿Saben lo que Luisa pidió?
Pues más tierras para cultivar, y así dar de comer a todos los niños de la ciudad. Las persona aplaudieron emocionadas, y Luisa pudo ver su deseo hecho realidad.


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